miércoles, 27 de agosto de 2014

PARPADEOS DE ETERNIDAD (II): Julian Mandel y la postal erótica artística - GALERÍA: Julian Mandel: La peau douce






Julian Mandel en postal

.....El origen de la Pin Up —como tal pin up, es decir: exhibición del cuerpo de la mujer más o menos desnudo, en poses más o menos explícitas, de alto y buscado contenido erótico— hay que buscarlo, obviamente, aquí, en la fotografía; ya que hasta entonces eran la pintura, el dibujo y el grabado los medios que los artistas tenían para reproducir escenas eróticas. Pero la fotografía tendría la ventaja sobre todos estos medios (una vez salvado el inicial escollo técnico que supuso el daguerrotipo, que no permitía copias, al no existir negativos) de ser fácilmente reproducible, y, por lo tanto, comercializable. Y sería en Francia, como patria de la invención del primitivo sistema fotográfico creado por Louis Daguerre, donde rápidamente se explotará esta posibilidad: las postales eróticas de desnudos nacieron allí, sobre todo en París (y quizás sea ésta una de las razones, o fundamentos, de la tópica fama ganada por la Ciudad de la Luz, en particular, y de Francia, en general, como patria de lo erótico por excelencia. Las postales eróticas francesas (llamadas así porque era su vía de distribución, en suscripciones privadas, por medio del correo, en un tamaño que permitía a los caballeros llevarlas en los bolsillos de sus chaquetas), pronto inundaron el mundo, cruzaron océanos y llegaron a todos los rincones. Sin ser legal (la pornografía siempre estuvo prohibida públicamente), tanto los grabados, como los dibujos o estas postales fotográficas de contenido erótico, cuando tenían un fundamento artístico, las autoridades francesas eran bastante permisivas. Gracias a esto, los suscriptores se multiplicaron y las postales circulaban más o menos libremente, pero con discreción, de bolsillo en bolsillo. Los artistas, no obstante, con frecuencia utilizaban seudónimos para firmar sus obras, o bien consignaban no más que las iniciales, y eran las empresas fotográficas (los estudios  y academias de fotografía como Alfred Noyer, PC Paris, Les Studios o Neue Photographische Gesellschaft) quienes acogían como paraguas la labor individual de los fotógrafos que trabajaban para ellos.

.....Julian Mandel fue de entre los pioneros (junto a Alexandre-Jacques Chantron, Jean Agélou o Alfred Cheney Johnston) el más celebrado en las décadas de 1920's y 1930's, por el tratamiento que diera al desnudo femenino, cercano en su composición a la pose académica, buscando siempre el punto de vista artístico, y dando a sus creaciones esa textura de poro fino, de suave difuminado, que otros ya empleaban (Agélou), pero que él llevó a su perfección. El fotógrafo, en aquel tiempo, no lo olvidemos, lo que hacía, su punto de vista, era la del pintor: sólo que en vez de utilizar pigmentos para representar las imágenes y figuras, utilizaba la luz. El fotógrafo era —es, en resumidas cuentas— un pintor que utiliza la luz para sus creaciones. Y Mandel fue un mago de la luz, que apenas utiliza la sombra para generar volúmenes: los genera a base de luz que difumina sobre las formas corporales recogidas por los negativos. No se encontrará en las fotografías eróticas de Mandel fuertes contrastes ni claroscuros. A lo sumo, utiliza el sepia —e incluso, en su época tardía, la coloración a mano— para dar aún más suavidad a las figuras y dotarlas de una tonalidad más cálida (huyendo así del más frío blanco y negro y la más monótona gama de grises). Con ello consigue, además, acercar la fotografía al arte pictórico; algo mágico entonces, tengámoslo en cuenta. 

.....Existe en Mandel un cierto refinamiento compositivo que también lo acercan a las artes plásticas: los fondos están cuidados y equilibrados, o son parte del estímulo que se quiere obtener en la pose, las modelos aparecen, al tiempo que naturales en su fisionomía (nada que ver con las modelos de épocas posteriores, y no digamos con las de hoy en día), caracterizadas de modo sofisticado (se evita toda alusión a lo ordinario, y, en cambio, se intenta resaltar lo artístico, lo bello que está tan íntima e inexorablemente unido a lo erótico, por vía de lo estético). Llegados a este punto cabría preguntarse: ¿Hay algo más bello y erótico, al mismo tiempo, que el cuerpo de una mujer? La respuesta, sí o sí, deberá ser la misma para un porcentaje cercano al 100% del género humano (incluyendo aquí a la misma mujer). O sí, el cuerpo masculino podrá serlo (lo será, de hecho, para las mujeres hetero) también, pero de otra forma: por lo que supone y sugiere de complemento sexual, pero no por la forma en sí, bajo cualquier punto de vista normal superior en belleza en el caso de la anatomía femenina. No puede ser de otra manera, pues es el cuerpo de la mujer el seno donde el milagro de la vida se renueva: ¿cómo la vida no iba a subrayar este nada despreciable dato? Habrá quien sostenga que ambos organismos son igual de extraordinarios, de milagrosos; bien, nada que objetar. Pero ¿igual de bellos?, eso creo que no se sostiene en un análisis en profundidad, y, sobre todo, menos aún en el pálpito espontáneo de un porcentaje de humanidad bastante elevado.

.....Objeto de deseo, la vida que la mujer promete y es, no podía ser sino el sujeto-objeto más bello de la creación (sea ésta genésica o evolutiva), y como tal el hombre siempre se ha acercado a ella: con una mezcla de veneración, admiración y temor. Todo ello lo puede uno encontrar en la obra fotográfica de Mandel, sobre todo las dos primeras —veneración y admiración—, estando la tercera difuminada en esos suaves volúmenes. El temor que al hombre le inspira la mujer, éste nunca lo reconocerá así abiertamente: hablará de misterio, hablará de enigma, hablará de incomprensible, pero jamás reconocerá que el sentimiento real, el que siente en el fondo de su perplejidad, es el miedo, el miedo que la vida le da, el miedo que le da la muerte (inherente a la vida). Y es por eso que el hombre siente la necesidad de sublimar al sujeto de su gozoso horror, revestirlo de divinidad, darlo la vuelta y contemplarlo en positivo, positivar el temor como si de una fotografía se tratase. Sólo así le es soportable, sólo así le es preferible, deseable, sucumbir al sujeto de deseo que la mujer es. 

.....La fotografía, siendo un arte más —aunque sea uno más tecnológico—, como todo arte, sirve a la necesidad que el hombre siente por adornar —encubriendo y disfrazando— la fatalidad que la vida supone. Aunque no más sea por medio de esa otra característica que posee en grado sumo, como es la de detener el tiempo, generando un fotograma congelado de su transcurrir incesante, quien cesa así su fluir, capturado y derrotado en una imagen ya indeleble. La fatalidad del pasar, del no ser sino nada que apenas es algo cuando ya deja de serlo, eso es lo que la fotografía desmiente. La prueba de que algo fuimos, de que no fue un sueño, está ahí, en esa instantánea que capturó un fragmento de lo vivido. Lo efímero, siéndolo, deja de serlo en cierta forma; no será, de todas formas, sino un simulacro, pero uno bastante convincente. 
.....Volviendo al tema concreto de lo erótico en la fotografía, de lo erótico representado en el cuerpo más o menos desnudo de la mujer, las sensaciones experimentadas cuando observamos una de estas instantáneas no hacen sino devolvernos a la niñez, al reino de lo posible, en que el tiempo no existe: gozamos con la contemplación de la imagen congelada, siempre bella, sin someterse a la cruel servidumbre del marchitamiento, de un instante que es revivido constantemente cada vez que la fotografía es contemplada. Éste factor, que suele ser inconsciente —y rara vez percibido— pueda ser uno de los más determinantes del goce contemplativo, del disfrute del observador, del regocijo del voyeur: nos sentimos vivos, gratamente estimulados, al observar un instante ya periclitado, pero que, gracias a la magia de la tecnología fotográfica, es revivido cada vez que alguien posa sus ojos sobre él.

.....Mandel no fue un simple fotógrafo de postcards eróticas. No se contentó con presentar a mujeres desnudas o ligeras de ropa en actitudes más o menos incitantes o sugerentes; no fue un mero reproductor de escenas morbosas con las que complacer a un público ávido de ser complacido. Como muchos otros fotógrafos que buscaban pintar con la luz, Mandel posiblemente fuera un pintor frustrado (Man Ray, sin ir más lejos, fue ambas cosas: excelente fotógrafo y pintor estimable). Y eso se nota en la serie de composiciones que realizó para un libro de fotografías (uno de los primeros en la historia de este arte) que tituló Nus Fantastiques. En este trabajo Mandel va un paso más allá y presenta los desnudos de mujeres inmersos en unos fondos dibujados y/o pintados, con caracteres que recuerdan el expresionismo alemán, con diversos motivos que suponen bien una tácita amenaza, bien un escenario condicionante hacia la mujer desnuda representada, quien adopta una pose determinada como respuesta. Con esto el fotógrafo logra un efecto que acerca la fotografía a la pintura: el tratamiento dado a los cuerpos, su difuminado, sus perfiles huidos, sus poses y actitudes respondiendo, en un aparente mismo plano, a la atmósfera expresada, en ocasiones, como sombras chinescas, todo ello crea un clima fantástico que el título declara con justeza.
.....También se nota esa tendencia pictórica en el resto de su obra, pues en muchas ocasiones las modelos, en sus poses, parecen remedar escenas ya frecuentadas antes por la pintura (es fácil reconocer en algunas de sus fotografías la influencia de Ingres o los academicistas Bouguerau, Cabanel o Henner).
.....Se podría decir, pues, que Mandel es el más pictórico de los fotógrafos eróticos, y sus french postcards pueden ser las más artísticas, y las que más contribuirían a ennoblecer un estilo muchas veces considerado villano —por generalizado, poco conocido y menos valorado.

.....La peau douce es el título de una película de François Truffaut, en la que una preciosa y joven azafata (François Dolrléac) tiene un affaire con un ya maduro escritor (Jean Desailly), quien la antepone como amante a su mujer. El título, obviamente, alude a la mayor suavidad de la piel de la mujer joven frente a la de la mujer ya madura, y que todo hombre suele preferir por razones tan profundas —y tan superficiales— como la misma razón que justifica y explica la existencia del sexo. Esta peau douce es la que nos presenta Mandel en su obra fotográfica, su marchamo. También Jean Agélou, contemporáneamente, trabajaría sobre esta textura escultural, pero es con Mandel que se convierte en toda una marca de estilo. La piel de sus modelos (ya se trate de una joven y lozana Kiki de Montparnasse, ya de otras modelos anónimas) parece como de mármol pulido; esto aleja a sus fotografías de ser simples copias de la realidad, pues hay en ellas mucho de idealización, o, cuando menos, de onirismo, de creación pictórica, de fantasía creativa actuando por medio de la luz sobre el cuerpo real de las modelos. Quizás todo se resuma, en último caso, a un hecho de física —luz, tiempo, espacio— y química —agentes impresionables, reveladores y naturaleza de los soportes—, pero esto nada sería sin la intervención de la imaginación del ser humano (para componer, para recrear, para sugerir) y, sobre todo, de la emoción (para sentir lo percibido y reaccionar a ello). Es así que esta piel suave al observador sensible le es un motivo añadido de ensoñación, de idealización de la realidad sin transformarla (pues que el cuerpo representado es el que es), de sublimación de la materia en impresión estética. Y es, también, uno de los muchos motivos que justifican que la fotografía sea tomada como un arte en sí mismo, y no un mero arte aplicado.

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GALERÍA


Julian Mandel
1872-1935

LA PEAU DOUCE

Serie: Nus Fantastiques
(Book, 1932)

Cover Book, 1932
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Kiki de Montparnasse
(Alice Prin)
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A veiled harem woman sitting cross legged and holding a jug
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Julian Mandel. Nu au turban et à la jarre 1920
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Julian Mandel pour Alfred Noyer studio, 1920
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Floral archway nude, 1920
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