domingo, 14 de agosto de 2016

(Conocer a) Joseph Conrad: Homo Duplex, de Jules Cashford (III) - GALERÍA: Montague Dawson (3)





"¡El horror! ¡El horror!"
Esta palabra, repetida con la terquedad del grito susurrado,
se nos viene a las mientes cuando nos aventuramos
en las tinieblas del corazón, de todos los corazones;
cuando nos atrevemos a escudriñar en sus rincones más oscuros,
en sus rendijas más abyectas; cuando nos atrevemos
a ascender por la sinuosa corriente que lleva hasta su ignota fuente;
fuente que, a su vez, aflora desde las profundidades de lo humano,
aquellas abisales simas donde se gestó una inteligencia demasiado soberbia
como para conformarse con una lectura amable e inocente de su misión.
El horror es la fuente original de donde manan, también,
todos los ríos de tinta con que, paradójicamente,
se intenta anegar tan cuestionable origen,
Sobre la mar y su misterio. Héctor Amado


Conocer a Joseph Conrad (y 3)

.....Con esta tercera entrega finaliza la serie dedicada al ensayo de Jules Cashford sobre Joseph Conrad. Aquel que se haya tomado la molestia de leerla conocerá un poco mejor al autor de El corazón de las tinieblas y Lord Jim —además de otra docena larga de espléndidas obras. El lúcido y penetrante ensayo de la estudiosa inglesa nos muestra muchas de las luces, y alguna de las sombras, del escritor polaco-británico. Ha sido un itinerario prolijo en análisis, apoyado en constantes citas de los textos referidos; no emitiendo únicamente una crítica personal de la obra, sino apoyándose en ella para sostener sus dictámenes. Podría decirse que, en un sentido significativo, Jules Cashford no ha hecho sino traducirnos a Conrad, abrirnos al sentido último que encierran sus novelas, al significado de sus intenciones explicitadas en los hechos de sus personajes, incluido, sobre todo, el mar, como personaje principalísimo que ayuda a desentrañar los misterios —el misterio— de la existencia.

.....Tampoco sería ocioso colegir que el Conrad marino —esa vocación que lo acompañó desde que tuvo uso de razón (razón reflexiva y lectora, especulativa y especuladora)— utilizó esa su gran pasión, más sentida que experimentada (pese a los dieciséis años que le dedicó; de los cuales sólo uno como capitán de navío), para explicar su posición y perspectiva de la vida, el sentimiento que dentro de sí latía por manifestarse, y lo hizo ¡de qué manera!. Sólo unos pocos son capaces de hacer ese sublime ejercicio que consiste en dramatizar un sentimiento vital difuso y acuciante, en ocasiones angustioso, y darlo forma literaria (valga decir artística, pues lo mismo sucede con todas las artes, aunque en la literatura pueda reflejar una intimidad a la que las otras sólo pueden aspirar por medio del símbolo, la alusión, la analogía). y, además, hacerlo tan magníficamente bien, tan profundamente bien. Porque si algo podemos aprender del ensayo de Jules Cashford, ello es que detrás de las aventuras que escenifican las narraciones de Conrad se oculta una poderosa intención casi metafísica por explicar y explicarse al ser humano, sus obsesiones, debilidades y fortalezas, su heroísmo y su bajeza, su perplejidad, su disposición para la búsqueda y para la conquista, y su inagotable capacidad para la frustración.

.....Es bello ver en los simples hechos las metáforas que los explican y justifican, no ya en la narración (por más soberbiamente que esté construida) sino en su trasposición a la vida real, a la que vive el lector (y el autor, obviamente), lo que contribuye, en sí mismo, a un mayor regocijo. Conrad, parece querernos decir Jules Cashford, no inventa nada, no es lo determinante de su genio la invención, sino el talento para trasladar la realidad a sus historias, vestidas con trajes nuevos, atractivos, coloristas (pero elegantes), de bella factura y evocadora impresión. Obviamente esto de que Conrad no inventa es una boutade; pues como todos los grandes, su invención no depende sólo —aunque también— de la originalidad de sus tramas y temas, sino el tratamiento narrativo de lo que acontece en el ser humano, ya sea aparente, transparente o subyacente. Todo eso podemos extraer de esta fenomenal lección analítica de Jules Cashford: nos enseña qué y cómo mirar lo que acaece ante nuestros ojos, de forma literaria. Y con ello acercarnos a la intención del autor, a la explicación de la génesis y el proceso creativos que ha tenido lugar en el interín de su ensimismamiento.

.....Para los aún más curiosos ofrezco al final de esta tercera entrega del ensayo un enlace al relato de Conrad al que éste acompaña: El copartícipe secreto. Recomendando vivamente su lectura, como no podía ser de otra manera.

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Nota Biográfica: Jules Cashford

.....Jules Cashford estudió filosofía en la universidad de St. Andrews y realizó una investigación de post-grado en literatura en la de Cambridge. Posteriormente, mediante un a beca Carnegie, realizó un doctorado sobre la tragedia en las novelas de Joseph Conrad.
.....Fue supervisora de Tragedia en el Trinity College de Cambridge durante algunos años. Estudió psicología de la conciencia con Max Cade y dio conferencias sobre mitología en el Birkbeck College of Extramural Studies, de la Universidad de Londres, en un curso llamado Antes de Filosofía.
.....Se formó como analista junguiana con la Asociación de Analistas de Jung en Londres, y es miembro de la Asociación Internacional de Psicología Analítica. 
.....Es el autora The Moon: Myth and Image (Cassell Illustrated, 2003). Tradujo Los Himnos Homéricos para Penguin Classics (2003). También fue co-autora, con Anne Baring, de The Myth of the Goddess: Evolution of an Image (Penguin 1993). Ha escrito, además, dos libros para niños: El mito de Isis y Osiris, y Teseo y el Minotauro (Barefoot y Shambala, 1992 y 1994). Así mismo ha contribuido en capítulos y artículos de varios libros, periódicos y revistas, incluyendo Joseph Campbell y el Mito del Grial, en John Matthews editorial, 1990; Homo Dúplex, un epílogo al libro El copartícipe secreto (The Secret Sharer), de Atalanta Ediciones, Girona, 2005; Imaginando la Eternidad: tejiendo bordados en el cielo (Imagining Eternity: Weaving the heavens embroidered cloths), en El Cosmos y Psique, ed. Nicholas Campion, Floris Books, 2006. Su último libro en ver la luz ha sido El mito de Osiris, en Atalanta ediciones, Girona, 2010.
.....Con Kingfisher Art Productions hizo una película que explora el simbolismo del pintor del Renacimiento Jan van Eyck, llamada: El misterio de Jan van Eyck (disponible en DVD), que se exhibió en la exposición sobre van Eyck en el Kupferstich Kabinett en Dresde en 2005, ,y en 2008, en la Conferencia Arte y Psique en San Francisco. (kingfisherartproductions.com).
.....En la actualidad escribe, da conferencias y hace películas sobre Mito y literatura.



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Joseph Conrad: Homo Duplex
de Jules Cashford

Ensayo incluido como Epílogo en el libro El copartícipe secreto

III

.....Así pues, la acción y el gobierno del barco como símbolo de la actividad consiguen que el mundo siga teniendo sentido para el hombre., al mantenerlo en relación con las cosas concretas dentro de un marco interpretativo seguro, impidiendo de este modo que el mundo se disuelva en un sueño o se hunda en el vacío. Aunque, dado que la visión del mundo que subyace en las novelas es exactamente ésta —que la vida es un sueño construido en el vacío—, se infiere que la acción, mientras dura, precede a cualquier impulso de conciencia o a cualquier despertar gradual de la autoconciencia. Ahí está el origen de la «sima» en la obra de Conrad, la fundamental polaridad de valores opuestos que sufren sus personajes y hacen transparente la verdad de la condición humana tal y como Conrad la ve. Irónicamente, Marlow, el narrador que con más fortuna combina la capacidad de actuar con una conciencia de todo lo situada más allá de la acción, define la acción como «verdad superficial» (El corazón de las tinieblas). Al describir la forma en que las triviales tareas de mantener el barco a flote le relegan a terrenos que son dominio esencial de la acción, dice «Cuando hay que prestar atención a cosas de esa clase, a los meros incidentes de la superficie, la realidad (la realidad, sí) se desvanece. La verdad interior está oculta..., por suerte, por suerte». Por otro lado, Kutz,  al abandonar la acción y sus ideales en su búsqueda de la verdad interior, «hizo trizas la misma tierra», y Marlow encuentra, como temía, algo «totalmente insustancial», sólo la «voz» y la sombra de Kurtz, que estaba «vacío por dentro».

.....En realidad, todos esos personajes que se han asomado —como Jorgenson el El rescate— «más allá... al vacío» han perdido su propia realidad sustancial desde la inaprensibilidad de Decoud y la «sombra» de Heyst al esqueleto espectral de Jorgenson. Porque a partir de ese momento no pueden dejar de ver la vida como una fachada construida al borde de un abismo, y por tanto sólo son capaces de contribuir de una manera en todo caso perentoria a las acciones que la sostienen. Para ellos la acción parece, como le parece la sociedad al profesor Moorsom en El plantador de Malata«mera agitación en un espacio vacío». Como Jorgenson, han vislumbrado una eternidad en la que «todas las cosas estaban definitivamente establecidas» (El regreso). En Victoria, la idea de Heyst de «un mundo que no vale la pena tocar, y quizá no lo bastante sólido para agarrarlo» se refleja en su imagen de la acción como un «anzuelo» lanzado a un «vacío sin luz» y al final le impide actuar incluso para salvarse con Lena. Como el narrador había observado en páginas anteriores de Victoria«no es el clarividente el que dirige el mundo. Las grandes proezas se llevan a cabo en una cálida y bienaventurada niebla mental».

.....La polaridad entre acción y pensamiento, o autoconciencia, se halla muy claramente expresada en la carta de Conrad a Cunningham Graham, quien le había sugerido que podía crear un Singleton bien educado:
.....«Creo que un Singleton con educación es inconcebible. En primer lugar, ¿con qué educación? Si consiste en saber vivir, mi personaje lo poseía esencialmente. Estaba en perfecta armonía con su vida. Si por educación se entienden conocimientos científicos, entonces surge la pregunta ¿qué conocimientos, cuántos, orientados hacia dónde? ¿Deben detenerse en la trigonometría plana o en las secciones cónicas? ¿O debe estudiar el platonismo o el pirronismo o la filosofía del buen Emerson? ¿O se refiere a la clase de conocimientos que le permitirían conspirar, mentir e intrigar para abrirse paso hasta la primera fila de una multitud que no es mejor que él? ¿Querría usted de verdad, premeditadamente, cultivar en ese hombre inconsciente la facultad de pensar? Entonces se volvería consciente —y mucho más pequeño—, y sería infeliz. Ahora es simple y grande como una fuerza elemental. Nada puede afectarle, salvo la maldición de la desintegración, el eterno decreto que apagará el sol y las estrellas una a una y un instante después desplegará una helada negrura por todo el universo. Ninguna otra cosa puede afectarle: no piensa.
.....»¿Querría en serio decirle a semejante hombre "Conócete a ti mismo; comprende que no eres nada, menos que una sombra y más insignificante que una gota de agua en el océano, más fugaz que la ilusión de un sueño"? ¿Querría eso?».

.....Aunque Conrad no quiere desnaturalizar a Singleton con el pensamiento o el conocimiento de sí mismo, sin  embargo somete a sus demás personajes importantes a la prueba de lo ilusorio, haciéndoles emprender viajes de autoconocimiento en los cuales saber de antemano que no son «nada» es el punto de partida. Es como si estuviese ansioso por encontrar algún modo de conciliar los valores opuestos de sabiduría instintiva «inmediata» y conocimiento de uno mismo: reconocer «el mar de la vida» (El negro del Narcissus) como la deslealtad y la impersonalidad interiores y, no obstante, «aguantar». Aunque Singleton vive cerca del vacío sueño, puede actuar porque no es consciente de ello. Está en íntima relación con el silencio del mar y, como los hombres que han logrado comprender este silencio, «;conocía la forma de existir más allá de los límites de la vida y a la vista de la eternidad» (El negro del Narcissus). Pero, precisamente en la medida que encarna el silencio, es incapaz de conocerlo. Los que no encarnan el silencio, y «piensan», son enviados «más allá de los límites de la vida»«al umbral»«al borde», donde aprenden qué hay más allá de los confines de la «algarabía» humana (El corazón de las tinieblas). Pero, a diferencia de Singleton, deben descubrirlo en el interior de sí mismos como un silencio total de lo humano dentro del ser humano: el conocimiento extraído del grito de Kurtz en su lecho de muerte, o de la lenta disolución de Decoud en las formas de la naturaleza.

.....Por tanto , se podría decir que los principales personajes de Conrad realizan dos viajes. El primero, el fracaso de la prueba, la traición a lo humano, se desarrolla a partir de la pérdida de las ilusiones, pérdida que, irónicamente, puede conducir a la convicción de que todo es ilusión. Se trata de un aspecto que Conrad conocía íntimamente, en sus propios pensamientos, y que explicó a menudo en las cartas a los amigos más allegados. a Cunningham Graham: «La vida no nos conoce y nosotros no conocemos la vida... La fe es un mito y las creencias pasan como las brumas en la costa» O, también: «Además, a menudo, ya no pienso en ello. Todo desaparece. Sólo queda la verdad —una sombra siniestra y huidiza en la que es imposible fijar la imagen». Y a Garnett: «Todo es ilusión... Cada imagen flota vagamente en un mar de duda, y la duda misma se halla perdida en un inexplorado universo de incertidumbres».
.....En consecuencia, el segundo viaje implica que los personajes «escogidos» alcanzan una respuesta a su percepción de que no son «nada»  y se esfuerzan en alcanzar cierta estima moral, a pesar de la sensación de que la vida es un sueño, y la fe, una ilusión. En este viaje, que tiene aún más el carácter de prueba que el anterior, el acto mismo de negarse a conceder realidad a lo que es percibido como irreal se convierte en el punto de partida de una vida moral, ya que en dicha negación reside la «escrupulosa fidelidad a la verdad de los propios sentimientos» (Tifón) que Conrad entiende como la más elemental condición de toda la integridad y fidelidad, aquella de la que, para el buscador consciente de sí, derivan todas las demás. Así, para Conrad, como antes para Calderón y Schopenhauer, ver la vida como un sueño es haberse liberado de la ilusión de interpretar la experiencia en base a una estructura preconcebida, y ello constituye, irónicamente, el principio de la sabiduría. 

.....La idea calderoniana de La vida es sueño, título y asunto de su más conocida obra teatral, es invocada por Conrad en cartas, ensayos y obras de ficción a lo largo de todos sus escritos. Aunque en la época de Conrad la frase «La vida es sueño» era lo suficientemente conocida como para disociarla de su contexto original, es probable que hubiera leído a Calderón en la traducción polaca de Julius Slowacki, su poeta romántico favorito. Conrad escribe a su amigo Arthur Symons: Sin embrago, como se ha dicho, la vida es sueño; o , como diría yo, una sucesión de songes doux et terribles»; y la misma expresión es repetida por muchos de sus personajes al alcanzar  una nueva conciencia: Razumov, al experimentar su propia vida como «un sueño de principio a fin... con el temor de despertar al final», piensa de manera más general, que «quizá la vida es sólo eso... un sueño y un temor» (Bajo la mirada de Occidente), y esta percepción le libera para hacer la confesión de su traición, lo que le devuelve a la comunidad humana. Al contrario, Jim se «olvida» de su terror al temporal —«Sabía qué pensar de él... No le quedaba ni una brizna de miedo»— y esta mentira que se dice a sí mismo precipita su segunda traición, porque le deja aún más expuesto a ser «atrapado por sorpresa». La decisión de Peyrol de dar su vida en lugar del teniente Real se presenta relacionada con la sensación de que «la vida era un sueño menos sólido que la imagen de Ceilán flotando sobre el mar como una nube» (El hermano de la costa). El Marlow maduro proclama que el grito final de Kurtz es superior a la contención del joven Marlow, porque Kurtz se ha enfrentado al corazón de las tinieblas que hay en su interior y las ha condenado: «¡El horror! ¡El horror!». Ha luchado contra sí mismo, y finalmente se ha arrancado una respuesta moral: «Mejor su grito; mucho mejor. Fue una afirmación, una victoria moral pagada con innumerables derrotas, con terrores abominables, con abominables satisfacciones. ¡Pero era una victoria!». (El corazón de las tinieblas).

.....Marlow acepta su «impensada asociación» con Kurtz, y es leal a la pesadilla que ha elegido, porque Kurtz ha contemplado a través de sí mismo «todos los corazones que laten en las tinieblas», incluido el suyo propio. «Había recapitualdo; había juzgado. Inconcebiblemente había hecho una elección moral». En este sentido, Kurtz es el «copartícipe secreto» del alma de Marlow, la personificación de sus propias profundidades en disolución, el secreto de su vida instintiva. Diez años más tarde Conrad exploraría aún las reverberaciones de este drama en su relato El copartícipe secreto, que escribe interrumpiendo la novela Bajo la mirada de Occidente. En ambas narraciones, sus protagonistas son sorprendidos por un extraño que irrumpe en sus vidas sin previo aviso, destruye su paz interior y les exige una respuesta moral.  Pero donde la novela sigue la traición y la expiación de Razumov, el relato pone en escena la situación contraria, como si Conrad se sintiese forzado  a equilibrar la traición con una exploración de lo que entiende por lealtad. 
.....Es significativo que, como El corazón de las tinieblas y La línea de sombra, El copartícipe secreto esté escrito en primera persona, con el capitán-narrador reviviendo, en un angustioso presente ficticio, la ordalía del regreso «a casa» de su yo joven. Estamos, como en los demás casos, ante un relato iniciático: iniciación, desde luego, a la propia madurez del personaje y a su capacidad para gobernar el barco, pero también, de un modo más sutil, a la visión de las impersonales profundidades de la vida encarnadas en el desconocido Leggatt, copartícipe secreto del alma del protagonista que, en última instancia, hace posible dicho gobierno. Sólo siendo leal a este desconocido, por el que arriesga todo, puede enfrentarse al conocimiento que Leggatt le aporta acerca de la locura del mar y las profundidades de su propia naturaleza.

.....Sin embargo, al principio, mientras el barco «flotaba en el punto de partida de un largo viaje», la inmensa quietud y el silencio confunden ya las sensaciones del capitán y diluyen sus interpretaciones de lo que ve, volviendo misteriosas e incomprensibles las estacas de pesca que tiene a su derecha, y los islotes con aspecto de ruinas asentadas en un mar sólido a su izquierda; y, al volver la cabeza, «la línea recta de la playa plana, pegada borde con borde al mar inmóvil, , en una unión perfecta y sin marcas que formaba un plano único, mitad marrón, mitad azul, bajo la cúpula inmensa del cielo». Muy adentro de la tierra llana, una ancha y alta elevación era el único elemento «en el que los ojos podían descansar». Los destellos de plata que marcan el curso del río, y el remolcador desapareciendo como si «la tierra impasible se lo hubiera tragado sin esfuerzo, sin un temblor», están ya sugiriendo la vívida irrealidad de un sueño.
.....Conrad redactó el relato con excepcional rapidez —cuenta a Galworsthy que ha escrito doce mil palabras en diez días—, y barajó diferentes títulos: «El segundo yo», «El yo secreto», «El otro yo»..., frases todas que aparecen en el texto (con «mi», en vez de «él») para forzar la dualidad narrador-Leggatt. Se ha transmutado el episodio original, que Conrad menciona en su «Nota de autor», a fin de diferenciarlo radicalmente del personaje del oficial del Cutty Sark, que tenía fama de despótico y siniestro, y también de la clase de acción que le costó la vida a un hombre y que en la historia «verídica» fue una agresión deliberada por parte del oficial con una barra de hierro, agresión en la que el «terror al mar» no intervino en absoluto. La diferencia reside esencialmente en que ello convierte a Leggatt, oficial del Sephora, en «uno de los nuestros», como Jim, y hace comprensible la inmediata simpatía que el narrador siente por alguien que podría haber sido él mismo.

.....El copartícipe secreto* es un microcosmos de los temas principales de Conrad: a lo largo del relato resuenan ecos de anteriores personajes, como el valor que no tenían (Jim, Razumov), la conciencia a la que no hicieron honor (Nostromo, Razumov), o una concepción de la ida que no podían mantener (Decoud, Winnie Verloc en El agente secreto, Heyst en Victoria), por citar sólo algunos casos. «Lo único que un hombre puede traicionar es su conciencia», concluye Razumov; en El copartícipe secreto, el capitán-narrador afirma en dos ocasiones que para él es una cuestión de conciencia navegar los más cerca posible de tierra, arriesgando su barco y su mando, para ofrecer a su segundo yo la máxima posibilidad de ponerse a salvo y correr en busca de su destino. La lealtad a su otro yo, la lealtad a la noción ideal de su personalidad y la lealtad a la verdad de sus percepciones y sentimientos se funden aquí en una sola. Es como si, en esta idealización alcanzada, los dos viajes —ida y vuelta al vacío consciente de que no eres nada, y no obstante se llega a ser algo— estuvieran encastrados el uno en el otro pese a la división del narrador en él mismo y el copartícipe secreto. La cadena de actos impulsivos que le traen a Leggatt y lo unen a él como su propio yo, asumir insólitamente la guardia «en el punto de partida de un largo viaje», enviar abajo a la tripulación para que la escala no sea recogida y recogerla él mismo, vestir con su pijama al casi fosforescente hombre desnudo... todo hace intercambiable la experiencia de ambos, de manera que el uno brinda al otro lo que necesita: el conocimiento de sí mismo y la libertad para vivir.

.....Leggatt trae al capitán-narrador el conocimiento de «un mar enloquecido» como «el fin del mundo» y su equivalente en él mismo: el «carácter» enloquecido que estrangula la vida de un hombre como paralelo de su acto reflejo para salvar el barco, la misma «tensa fuerza». Incluso el capitán del barco de Leggatt —hombre observador de las leyes y respetuoso con los hechos—, que no se ha atrevido a dar la orden de arrizar el trinquete, una orden que salvaría el barco, reconoce que parecía que de un momento a otro las «olas como montañas iban a tragarse el barco con sus aterradas vidas a bordo». Como tantas veces ocurre en las obras de ficción de Conrad, la furia del temporal destruye los signos y las estructuras del mundo humano: hubo diez minutos en que no se veía nada en el barco salvo un «hervidero de espuma»; y está Leggatt luchando con aquel hombre que «se negaba a cumplir con su deber» cuando oye «un estallido como si el cielo se desplomase sobre mi cabeza». Lo primero que oye al volver en sí es el «aullido enloquecedor de aquel temporal interminable». Pero, a diferencia de Jim, acepta la responsabilidad, si bien él sólo lo «sabe» después: Estaba claro que me lo había tomado a pecho... tenía la cara amoratada.

.....El capitán-narrador, anónimo hasta el final, tiene que revivir la experiencia de Leggatt como suya propia desafiando a su tripulación y llevando el barco lo más cerca posible de la negrura de una tierra firme que se alza por encima del barco «como un inmenso fragmento de noche eterna», y «con la gran sombra cada vez más encima de nosotros, cada vez más alta, sin una luz, sin un ruido». En una unión trascendental de la autoconciencia y la acción decisiva, acerca el barco cada vez más a la oscuridad de la tierra —el barco había sido «como tragado por ella, demasiado metido para hacerlo recular, demasiado fuera de mi control». Es el oficial, ahora, «privado del soporte moral de sus patillas», quien grita: «¡Estamos perdidos!»; y el narrador se ve a sí mismo como su doble, sacudiendo violentamente el brazo de su patilludo oficial para que mantenga la calma, en su propio arrebato de desesperación, «sacudiéndole, sacudiéndole, sacudiéndole». Sin embargo es su compasión por Leggatt lo que salva al barco: el sombrero que le había dado para que se protegiese del sol hace de baliza salvadora a sus ojos —el sombrero blanco sobre el agua negra—, y le presta el sencillo y absoluto punto de referencia que le permite reconocer el movimiento del barco con relación a la «masa negra» de Koh-ring. «"Cambia timón", dije en voz baja al marinero que estaba inmóvil como una estatua.»
.....«Y yo me encontraba solo con él. ¡Nada! Nadie en el mundo se interpondría entre nosotros, arrojando una sombra en el camino del callado conocimiento y el mudo afecto, en la perfecta comunión de un marino con su primer mando.»


Fin 
de: Joseph Conrad: Homo duplex
de Jules Cashford

*Enlace a: El copartícipe secreto




GALERÍA



Montague Dawson 
1890-1973

.....Nada más apropiado para acompañar, ilustrando, estos posts sobre la figura y la obra de Joseph Conrad que una manifestación artística sobre la actividad que fue su gran vocación, por no decir devoción: el mar, y su mezcla de misterio y aventura, su carácter de medio en el que el hombre, fuera del ámbito que le es más propio y propicio, se enfrenta a sí mismo, como un Titán desafiando los elementos, pretendiendo el gobierno de lo azul —el del mar y el del cielo. Es por ello que me he decidido por quien de mejor forma ha sabido recrear lo marino, lo náutico, lo aventurero y lo romántico en el lienzo: Montague Dawson. Creo, sinceramente, que el gran escritor polaco-británico se hubiese sentido satisfecho por esta elección. 
.....Reconocido unánimemente en los ambientes artísticos, tanto críticos como populares, como el mejor pintor de marinas del siglo XX, Montague Dawson sobresale sobre todo por su asombrosa fidelidad detallista del natural, a la que aporta una gran fuerza expresiva y un espíritu (sí, espíritu) decididamente romántico, logrando con cada trabajo trascender la mera imitación de la realidad para contarnos una historia (la de un buque en concreto o la de una acción de éste en el mar)

.....El ámbito de la marina es amplio, y Dawson lo enfoca ante todo en la relación del hombre con el mar: la náutica, y, dentro de ésta, una de sus expresiones más espectaculares: la reproducción de airosas goletas de tres mátiles, clippers, —de la que tiene una ingente cantidad de obras—, galeones y fragatas; sin olvidar las reproducciones más modernas referentes a las armadas de EEUU y Gran Bretaña ante todo, y ocasionalmente diversos hechos bélicos de ambas grandes guerras mundiales —a las que asistió en su calidad de registrador gráfico de los acontecimientos. Siempre, en todo caso, con el mar como protagonista, un cambiante y proceloso mar en plano de igualdad, representativa y emocional, con la obra del hombre por dominarlo. Sí, porque en sus cuadros tan protagonista es el mar como el barco, o, en su caso, la acción que se muestra en el cuadro. Un mar furibundo la mayoría de las veces, con lo que pone en valor el coraje del hombre, pero otras, las menos, calmado mientras la luna se alza sobre la silueta arbórea y alada de la nave y se refleja en las suaves ondas. El mar en todos sus colores y tonalidades, nunca el mismo —en esto es verídicamente reincidente—, siempre con matices que expresan ese algo de eterno e infinito que conlleva la inmensidad de su imparable movimiento, ese mar que asimilamos al mismo pensamiento, nunca quieto, siempre activo.

.....En el presente, como en los dos anteriores, posts me limito a la extensa obra que tan bien reprodujera Dawson sobre el arte de la navegación en su edad quizá más dorada, por romántica: el siglo XIX, con sus rápidos veleros que competían entre sí para acercar los continentes (Europa, Asía, América, África, Oceanía) en sus transacciones comerciales o en su labor de hegemónica vigilancia de los mares (originarias fragatas). Pero también algunas escenas bélicas, con sus pesados y armados galeones (Trafalgar), un homenaje al Mayflower que llevó al germen de la comunidad sajona al más nuevo continente, algunas escenas de regatas, e incluso un cuadro sobre una nave dedicada al transporte de legiones romanas.
.....He logrado reunir más de 250 obras —hay muchas más—, que son una buena selección de este impresionante y bello trabajo artístico en el que lo evocador no es menos importante que lo estético. Las distribuiré entre los tres posts. De una quinta parte de las obras compiladas no sé o no he encontrado el título; poco se pierde (quizá algo de significación), ya que la sola belleza de las imágenes hacen poco menos que prescindible este hecho. De hecho, es en la presente entrada donde figuran tales imágenes intituladas. Se puede comprobar que muchas de ellas ya han aparecido con su título correspondiente en las dos entradas anteriores. Bien porque su resolución es distinta, bien porque lo sea su tono cromático, bien por presentar una diferencia en el tamaño, o bien, en fin, porque no he realizado una exhaustiva labor de comprobación, lo cierto es que he optado por presentarlas tal y como lo he hecho, aun a riesgo de repetirlas.
.....Por último, recomiendo ampliar las imágenes (haciendo click en el botón derecho para abrir enlace en pestaña nueva) para poder disfrutar con más detalle de la belleza que ofrecen.
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MARINAS
GOLETAS, CLIPPERS, GALEONES, YACHTING
(3)

Montague Dawson - Engagement between Mediator and three French and two American Ships
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Montague Dawson - Evening Clouds, Clipper Ship 'Golden Fleece'
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Montague Dawson - Flying Cloud
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Montague Dawson - Sea Beauty - The Tea Clipper 'Wild Ranger'
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Montague Dawson - Taeping and Ariel
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Montague Dawson - The Days of Adventure
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Montague Dawson - The Derwent
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Montague Dawson - The Flying Clipper, Sir Lancelot
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Montague Dawson - Title Unknown
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Montague Dawson - Title Unknown
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Montague Dawson - Title Unknown
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Montague Dawson - Title Unknown
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Montague Dawson - Title Unknown
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Montague Dawson - Title Unknown
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Montague Dawson - Title Unknown
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 .Montague Dawson - Title Unknown
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Montague Dawson - Title Unknown
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Montague Dawson - Title Unknown
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Montague Dawson - Title Unknown (The Mayflower)
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Montague Dawson - Title Unknown
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Montague Dawson - Title Unknown
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Montague Dawson - Title Unknown
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Montague Dawson - Title Unknown
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Montague Dawson - Title Unknown
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Montague Dawson - Title Unknown
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Montague Dawson - Title Unknown
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Montague Dawson - Title Unknown
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Montague Dawson - Title Unknown
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Montague Dawson - Title Unknown
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Montague Dawson - Title Unknown
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Montague Dawson - Title Unknown
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Montague Dawson - Title Unknown
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Montague Dawson - Title Unknown
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YACHTING

Montague Dawson - A Sunny Morning, Full-Sail
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Montague Dawson - Title Unknown
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Montague Dawson - America's Cup 1899-Shamrock Vs Columbia
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Montague Dawson - Dinard Racers
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Montague Dawson - East Cape Buoy
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Montague Dawson - Fishing Boats Headed Home In A Strong Breeze
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Montague Dawson - Graceful Wings
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Montague Dawson - Gusty Winds
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Montague Dawson - Ocean Racers, The Gulvain Closing In
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Montague Dawson - Racing Dragons
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Montague Dawson - Racing in The Solent
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Montague Dawson - Royal Albert Yacht Squadron & Naval Convoy
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Montague Dawson - Summer Morning -Magnolia Beating Greywing
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Montague Dawson - The Captain Slocum- Spray
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